sábado, 10 de marzo de 2012

Kony 2012.

Supongo que todos, unos más y otros menos, hemos oído hablar estos días del famoso vídeo Kony 2012. A mí, personalmente, me llegó la onda expansiva hace un par de días, acompañada de un sinfín alabanzas y recomendaciones sobre el contenido de dicho vídeo. Sin embargo, la pieza se ganó mi escepticismo más radical no más allá del minuto y medio de reproducción.

Ante todo, tengo que decir que con este comentario no pretendo juzgar a todos aquellos que sí creen en la causa, que admiran el vídeo, o que se han sensibilizado ante tal muestra de solidaridad mundial. Simplemente quiero exponer las razones que me han llevado a rechazar el mensaje que éste propone, (así como su manera de proponerlo), unas razones que se encuentran sin duda condicionadas por una forma de mirar que llevo un tiempo tratando de ejercitar, la mirada sometida a la sospecha.

No me gustaría centrarme únicamente en las herramientas del lenguaje visual que el autor utiliza, herramientas que considero bastante obvias, aunque no por ello menos influyentes. No puedo, por tanto, pasar por alto semejante retahíla de estrategias visuales que han conseguido que este pequeño mensaje tenga un parecido espectacular con una superproducción de Hollywood. Y es que, desde el papel del hijo del director (que eclipsa por completo a la audiencia además de a su hermana, que parece no existir) hasta los miles de extras que hacen el papel de jóvenes activistas (que talmente parecen sacados de un exhaustivo casting), Kony 2012 está plagado de estereotipos, hasta tal punto que me cuesta creer que hayan pasado desapercibidos ante los ojos de tantos miles de personas. No hay más que leer las declaraciones de Angelo Izama, un periodista de un diario ugandés,  "el vídeo tiene incrustada una construcción de casi racista: jóvenes blancos que vienen a África para salvar a desdichados niños de un monstruo ficticio”.

Lo roles se repiten hasta la saciedad en los medios de comunicación de masas, y en este caso, no iba a ser menos. Occidente como solución a un conflicto que problablemente él mismo ha generado, la personificación de un problema como estrategia de sensibilización, o una vez más, el papel de EEUU como salvador del mundo. Aunque tengo que admitir que casi me la cuelan con la falsa crítica que hacen al gobierno en un principio, un gobierno que parece dar la espalda al problema en un primer momento, pero que sólo es un amago que da paso a la santificación de Barack Obama, que decide apoyar la causa enviando un puñado de soldados a Uganda. Y yo pienso, de veras nadie se ha preguntado por la situación real de un país como Uganda? A nadie parece importarle que Uganda sea un país en el que no se contempló la implantación de un sistema de gobierno democrático hasta el año 2006, un país gobernado por un jefe de estado que lleva desde el año 1986 en el poder, llevando a cabo políticas autoritarias, y siendo reelegido legislatura tras legislatura de manera claramente sospechosa. Con esto no trato de quitarle importancia al conflicto con la LRA, sino hacer ver que uno de los pilares del problema puede partir de un gobierno corrupto y perjudicial, al igual que ocurre en mucho otros países africanos de los cuales nadie parece acordarse.

 El uso de las redes sociales como arma para la revolución no es algo nuevo, ha ocurrido con la llamada ''Primavera Árabe'' o incluso con el movimiento 15-M. Sin embargo, parece que está de moda que iniciativas como esta se expandan por la red de manera ''viral'' sin que nadie se plantee qué tipo de comunicación llevamos a cabo en redes sociales como Twitter y Facebook. Un tipo de comunicación fugaz, repetitiva y, sobretodo, breve. El antropólogo Joel Candau afirma que el consumo instantáneo de información impide una asimilación real de la misma. Con este escenario de por medio, producciones como Kony 2012 son carne de cañón para la difusión masiva, una difusión que puede ser muy positiva en algunos aspectos, pero que sería muy conveniente replantearse a la hora de tratar con temas tan delicados como puede ser el conflicto con la LRA. Como decía el propio fundador de Invisible Children y creador del vídeo, la simplificación es intencionada, con el fin de llegar al mayor número de gente y hacer visible a Kony ante la humanidad. Yo pienso que la visibilización de un problema requiere pararse a pensar dos veces o unas cuantas más, la manera en que se hace. Lo que ocurre con estos elementos ''virales'' tan frecuentes actualmente en la red, es que crean la falsa ilusión de conocer la problemática que se difunde, nos hacen más fácil el camino haciéndonos creer que estamos al tanto de lo que ocurre, cuando solamente hemos leído unas frases o visto unas imágenes. Quiero pensar que todos aquellos que han difundido el video de Russell se han parado a buscar información sobre la situación de un país como Uganda antes de pasarlo, aunque por la velocidad de su expansión parece más bien un ejercicio de ''vistazo rápido y a otra cosa''.

Al hilo de Facebook, cabría preguntarse también a qué tipo de trato habrá llegado Invisble Children con una de las compañías más importantes en la actualidad a nivel mundial. Está claro que la popularidad que ganaría Facebook sería directamente proporcional a la popularidad que ganaría Kony. Se puede atisbar una posible estrategia de ''lavado de cara'' de Facebook, que ultimamente parece de capa caída ante el prestigio que ha ganado Twitter, y, de paso, recibirían también una publicidad brutal de su nuevo ''Timeline'', que según el popular vídeo, parece facilitar enormemente las tareas de difusión.

Creo que la banalización de este tipo de conflictos, fruto de la combinación entre la difusión masiva y las características del propio producto, requieren al menos unos minutos reflexión. Se que es complicado no emocionarse con este tipo de producciones o llegar a pensar que con tal de ''hacer visible la figura de Kony'' todo vale, pero no es así. Si lo que está en juego es un tema tan delicado como este, en el que no sólo Kony es el protagonista, o más aún, si los que juegan son una serie de individuos que dominan las estrategias del marketing y las herramientas del lenguaje visual, que promueven un activismo exento de reflexión y que no tienen reparo en caer en los estereotipos más obvios, deberíamos, cuanto menos, someter nuestra mirada a la sospecha.

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